lunes, 19 de noviembre de 2012

DÍA A DÍA- RETORNO VALENCIA


                                                  RETORNO - VALENCIA





Sábado de lluvia en las calles de Valencia. La humedad traspasaba mis zapatillas, convirtiendo en bloques de hielo mis pies.
Llegué un jueves muy tarde. Pisaba por segunda vez el aeropuerto de Valencia. Me alejaba de la fría  Bélgica, refugiándome en la cálida España y que mejor en  Valencia donde siempre hace buen tiempo. Observaba a través de la ventanilla del coche las luces de la carretera en silencio. Lucía se ofreció a recogerme, pese a que al día siguiente tenia que estar en pie muy temprano. Ella estaba laborando en una especie de morgue en una universidad estatal de Valencia, donde se donan los cuerpos para las prácticas de los futuros médicos. Un porcentaje alto de los cuerpos son de personas extranjeras que no tienen familia aquí, por tanto lo derivan para las practicas de los futuros médicos y diversos estudios.



 Detengo mis pasos la estación del norte. Había llegado con cuarenta minutos de adelanto. Me refugio de la lluvia en la entrada principal, mis ojos saltaron de admiración al ver por dentro la estación. Es un terminal de carácter monumental y estilo modernista inaugurada en 1917. Destaca por su riqueza ornamental y sus grandes proporciones. En 1983 fue catalogada como Bien de Interés Cultural. Me detuve varios minutos en un inmenso reloj que marcaba "el tiempo"


- Te vendo mi bici, la queres. Esta nuevita, tengo papeles, todo.-

Rompía mi estado de atontamiento. Giré para ver quien se dirigía a mi con tanta velocidad y urgencia. Aquel chico que fumaba de manera nerviosa con el pelo muy corto, con un acento marcado de Romanía.

- Soy comerceante amigo, he estado en muchos lugares de España. Tengo más bicis.-

- Es bonita la bicicleta. Yo no entiendo mucho se bicicletas, pero si dices que vale 1200 euros y lo vendes por 600 te lo compraran seguro. Quizás podrías probar en poner tu anuncio por Internet.-

El chico se frotaba la cabeza sin soltar su cigarrillo, se movía de un lado a otro como en un baile. Le dio una ultima calada al cigarrillo, se montó en la bicicleta de 1200 euros y se marchó haciendo piruetas para llamar la atención de toda persona que salía de la estación. 

Seguí esperando entre pasos cortados, pasos con melodías infantiles, entre sonrisas tiernas que me regalaban los niños. Se acercaban con curiosidad a verme. Allí sentado miraba la inocencia y la pureza que el adulto guarda en el cajón de las mil llaves para evitar el dolor.

17 Nov.2012
Carlos Colonia B.

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